A estas alturas el Muchacho Mandanga no necesita presentación.
Es lo que es y no da más de si.
Con un estilo particular y cercano sumerge al lector en un laberinto de emociones a través
de las palabras. Unas palabras que forman versos hermosos como atardeceres y fuertes
como muros de hormigón. Versos parejos, bien calculados, dispuestos en un orden cabal y
preciso. Describiendo una manera atemporal de sentir, no dejando a nadie indiferente y
consiguiendo que todo el mundo se vea reflejado. Un modo profundo de pensar y percibir la
realidad ficticia a la que estamos condenados y que nos ofrece refugio y castigo a partes
iguales.
“Hazañas de la métrica y otras proezas rítmicas” narra con una lírica comprensible y sin
tapujos, el devenir de los sentimientos que conforman la frontera invisible entre el amor y
el desengaño. Acontecimientos opuestos que se solapan y se ensamblan, muy a nuestro
pesar, como piezas de un puzle imaginario a lo largo de la existencia formando nuestra
experiencia de vida. Una experiencia que nos marca a fuego y nos hace ser quien realmente
somos, recordándonos a cada momento que estamos vivos.
Al fin y al cabo, vivir consiste, en sentirse vivo.